sábado, 31 de julio de 2010

Elvis Costello en el oeste

En la ecléctica programación de los Veranos de la Villa destaca este año la vuelta de Costello con The Sugarcanes, el grupo que ha formado para su nuevo disco y gira. Viene reconvertido en Harold Lloyd, con su mismo sombrero de los años veinte, aunque conserva sus gafas de concha de siempre. Es una gira especial, ya que trae la intención de pasearnos por la música americana de principios del XX, al que ha dedicado su último disco, grabado en Nashville y producido por el famoso T.Bone Burnett.
Por cierto que esa vuelta a los origenes americanos (de este músico inglés, aficionado también al futbol, pero de conocimiento enciclopédico que incluye una particular devoción por el western country) ocurre cada algo más de diez años. Seis músicos con instrumentos tradicionales y sin percusión acompañan a nuestro genio que nos mece con su voz y su buen gusto prodigioso. Desgrana algo de su último disco y nos regala algunas versiones, una de los Beatles (genial You've got to hide your love away) el Friend of the devil de Grateful Dead y una última de los Stones, sonando como debían haberlo hecho en el french quarter de New Orleans en los felices veinte. De pronto inicia una casi irreconocible When I write the book y después la enorme Allison. Elvis nunca defrauda, incluso cuando arriesga, como ha hecho esta noche. Elvis cada vez más grande.
Ha sido éste otro largo jueves, aunque reconozco que el miércoles fue más largo con la celebración veraniega de nuestro observatorio (la terraza del viajero, las vistillas, casa botin, donde Gloria, famosa en esa casa, nos invitó a una clásica pero fantástica cena, para acabar dándolo todo en el Berlin Cabaret, lleno como siempre de guiris y donde estaba actuando -cielos!- Paco Clavel).
Abrazos.

viernes, 30 de julio de 2010

Un trece martes en Madrid con Mariza

Este 13 martes de julio ha sido un dia de calor despiadado y de trabajo inclemente.
Son las ocho de la tarde cuando, mientras cierro mi ordenador y me distraigo mirando a los pobres humanos que se van derritiendo sobre las aceras de Velazquez, Felipe, espadachin y operístico, me llama para invitarme a ver a Mariza, en la puerta del ángel.

El sitio, ya lo escribimos el año pasado, es magnífico, dentro de la casa de campo y con una vista extraordinaria de Madrid. El ambiente, veraniego. Llenazo.

El escenario con una iluminación sobria pero sugestiva y cinco músicos, con guitarra, guitarra portuguesa y una guitarra bajo, un fantástico percusionista y un pianista que, a ratos, toca el saxo. Ella, mozambiqueña y lisboeta de adopción, impresionante en su vestido morado, rubio platino y vozarrón. Había oido hablar de ella, sobre todo en su debut de hace ya como diez años, pero apenas la había oido cantar.
Se gana al público y hace una mención simpática al campeonato del mundo, que, por otra parte, es inevitable en estos momentos. Nos traslada su versión amable del fado y da un repaso a algunas de sus canciones más conocidas. A los no puristas nos parece un gran acierto: el lado verdaremente triste y melancólico del fado aunque me admira, en seguida termina por cansarme. Para sufrir, prefiero el blues o incluso el flamenco. Presenta al fadista Ricardo Ribeiro, de quien dice que le da verguenza cantar delante.

Tiene momentos mágicos, como cuando nos canta los versos de una poetisa portuguesa, Florbela Espanca, en Vozes do mar, que es lo mejor de la noche.
En fin, nos hace viajar por la música portuguesa y llegamos a añorar la decadencia del barrio alto y todas sus callejuelas. Como me gusta Lisboa! Nos traslada a un mundo en el que formamos todos parte de la misma tierra y nos declara su compromiso con la música y con nosotros, como extensión de su misma música. Una sensación dulce de nostalgia de algo desconocido flota en el ambiente, cuando salimos Felipe y yo, en busca de unos vinos de Alonso Cuesta y algo de picoteo para terminar la noche. Abrazos

lunes, 26 de julio de 2010

Gran noche de Rock en Cats

Efectivamente, el concierto fue quizás el mejor que hemos dado, tuvo su punto mágico.

Quizás tuvo algo que ver que aprovecharamos la ocasión para despedir a unos buenos amigos que han venido a todos los conciertos y que se van a Australia a vivir. Quizás que hayan venido muchos amigos que no habían venido nunca.



Tocamos como dos horas y cuarto, hasta la una y sonó muy bien. Además había bastantes sorpresas en el repertorio.

La noche siguiente, anoche, me hicieron una prueba del sueño: una enfermera y yo sólos en un gran edificio. Estoy en sus manos y ella me llena de cables sin piedad; me siento en Jack Nicholson en alguien voló sobre el nido del cuco. En fin, así es la vida del rockero: una noche de gloria en el escenario y la siguiente en el pisquiátrico!!!
abrazos
PD hay muchos conciertos de que hablar de este mes -hay que contar lo del gran Elvis Costello, por ejemplo- y tambien hay que acabar la crónica del camino
Javier