sábado, 7 de abril de 2012

Con Patty Smith, éramos como niños

En estos días me he dedicado a leer la estupenda historia de Patty Smith “Éramos unos niños”, en la que cuenta sus inicios y su vida con el famoso y polémico fotógrafo Robert Mapplethorpe, desde el verano de la revolución psicodélica del 67 hasta su muerte de sida en el 89. Con veinte años, después de dar en adopción al hijo que iba a tener a un matrimonio culto que le buscó una profesora de su facultad de enseñanza, decidió marchar a New York a ser artista. Solo llevaba un uniforme de camarera que le dio su madre y que dejó abandonado el primer día en unos aseos públicos, junto a su aventura de camarera que terminó justamente sólo tres horas después de iniciada. Después, conocerá a Robert y van a ser casi inseparables durante muchos años, (“tu eres mi familia” le dice él, o también, ya en el 79 cuando ella se va a Detroit, “¿cómo te vas a ir de New York si le he dicho a mi madre que estamos casados? No le puedo decir que nos vamos a divorciar porque es católica!”).
La verdad es que no se podían divorciar porque para eso tenían que haberse casado. Eso si, cumplieron su promesa, hecha en un momento de agonía, de no dejarse solos hasta que estuvieran preparados para vivir cada uno por su lado. Lo que hicieron ya a finales de 1972, cuando salieron del mitico hotel Chelsea, aunque para vivir no muy lejos.
El titulo del libro se refiere a una tarde de ese verano del amor del 67, en la que van a Washington Square y una mujer madura le pide a su marido que les haga una foto porque "deben ser artistas", a lo que el marido responde “venga ya, sólo son unos niños!”.
Se repite a lo largo del libro la ilusión por crear algo nuevo, que se va concretando en la historia, sin que ninguno tuviera claro en los primeros años el camino a seguir, que por fin terminara siendo la fotografía y la música.
En las primeras páginas se insiste en que no tenían nada pero eran libres, y también en que solo tenían unos pocos discos y no podian comprar más o ir a conciertos, pero se tenían a los dos, mientras exprimían esos discos que amaban.
Al final Patty declara su amor y reconoce que le echa de menos y lo que es más, dice "nos echo de menos". Se echa de menos a ella misma con él.
El libro al fin nos retrata los artistas, la música, la poesía y la ilusión de esos setenta, la emoción de Janis o de Hendrix y tantos sueños. El video recoge a la Patty de esos años, en su primer y mejor disco, Horses, que me compré poco después de salir. Luego tuvo un éxito masivo con Bruce, Because the night, que también se recuerda en el disco. Una historia sencilla como las mejores. Javier desde las montañas.

Desde Avoriaz, la mania de la técnica

Aquí en los Alpes seguramente a Dios te lo encuentras más cerca, en cada recodo, en cada pista, en cada risco o en las bañeras de nieve, o todavía más, detrás de las montañas donde en algún sitio está Sangrilah, el que aparecía en una película de los cuarenta (“Horizontes perdidos”) que me impresionó de muy chico, que ya trataba del amor, de la eternidad y la fugacidad.
Desde luego hoy es un día de esos en los que se debe ver a Dios mejor por estas montañas, si eres capaz de abrir los ojos ante un sol intenso y la luz que estalla en la nieve, sin que haya nada a la vista que te recuerde el lado oscuro, que, de estar, será dentro de mi.
Desde la terraza de mi apartamento, mientras me quemo a fuego lento, me entretengo en un espectáculo panorámico de ver a la gente disfrutar y se me resiente mi gemelo izquierdo roto por haber pretendido mejorar mi técnica. La técnica que nunca fue lo mío; la primera impresión, el chispazo, la emoción, la improvisación, a veces extravagante, … bueno; pero qué rayos es eso de tener técnica? Pretendiendo la excelencia, me he quedado en la excedencia, también técnica.
Todo por seguir con la mejor voluntad las instrucciones de mi monitor olímpico de esquí, en una pista muy empinada, hasta conseguir caer de espaldas de forma más o menos original y sentir como me rompía de cuajo el gemelo, por encima de la bota. Intente bajar agarrado a mi monitor y a la segunda fue la vencida.
Vinieron con la camilla y me llevaron al centro médico, en un espectáculo muy entretenido para el apreski (yo siempre fui mucho más de apreski). De allí a esta terraza, con el pie levantado apoyado en el hielo, que paradójicamente no se puede comprar aquí en Avoriaz en ningún sitio, seguramente porque te lo encuentras en la calle.
He tocado con gente que sólo tenía técnica, aunque le faltaba alma. La técnica se puede lograr o mejorar, el alma se tiene que traer puesta. En fin, aunque te pilles el alma como me he pillado el gemelo. Un abrazo. Javier