El ambiente era silencioso y triste y la verdad es que no sabia por qué. Acababa de empezar a estudiar Derecho y me fascinaba ese mundo ideal de normas perfectas.
En diciembre mi padre me había traído de Londres el disco de The Cure que tenía el Boys don't cry y esa canción era el himno que oía cada día al levantarme. Era la versión americana del Three Imaginary Boys, el primer disco de The Cure, que también tenía el Killing an arab. Como canta el gran Robert Smith, hoy como ayer, escondiendo mis lágrimas en mis ojos, los hombres no lloran. Lo cierto es que, como tú sabes bien, los hombres, al menos los que tienen corazón, si lloramos.
Al llegar a casa me contaron que unos locos disfrazados de uniforme, con unas armas que le habíamos comprado entre todos, querían matar nuestra ilusión de ser europeos normales. Recuerdo la sensación de odio a esos malnacidos, esos salvapatrias de barrio, esos fantoches de una comedia que había acabado hace siglos.
Pusieron peliculas de guerra. No las vi.
Estuve tocando mi Fender bronco. Un largo blues. Por fin salió el Rey y nos contó que todo había acabado. Nos fuimos a dormir.
Los liberticidas habían fracasado. Esos tipejos que nos habrían fusilado al final, tendrían un juicio democrático. Ese juicio que no nos habrían dado a los demás.
Puse mi disco de The CURE. Es mejor la libertad difícil, que la fácil esclavitud.
Es posible perdonar?
Un abrazo