sábado, 3 de julio de 2010

4º summer in the city



Se está celebrando la cuarta edición del Summer in The City, en Madrid, festival de powerpop que organiza Rock Indiana y Lucinda Records. Como no hay que explicar a los entendidos lectores de este blog, el nombre del festival es un homenaje a la canción de Lovin’ Spoonful. Dura hasta el 10 de julio y desde luego tiene varias citas interesantes.

En el cartel destaca Mamá, que tocó el jueves 1 de julio en la discoteca Randall, totalmente desconocida para mi –y creo que para todos los demás que aparecimos en el concierto- pero que es amplia y permite ver muy bien la actuación. Como teloneros tocaron Amigos imaginarios, que tampoco conocía, aunque llevan ya unos cuantos años y algunos discos. Tienen unas cuantas canciones buenas y un sonido bastante digno, aunque a veces me parecieron algo tiernos. A las diez y cuarto empezaron Mamá que tocaron la mayor parte de su nuevo disco, y unas cuantas de sus grandes clásicos. El sonido bueno. Ambiente de amigos, esta vez no imaginarios: La parroquia conocida; en el concierto había algo menos de doscientas personas y, sin exagerar, una tercera parte eran amigos míos o gente que venía con ellos. Tocaron “hora punta en el metro”, que le pidió la gente con el argumento de la huelga, que no estaba en el set list, y con la que empezaron el bis, a la que siguió el último bar, con la que siempre cerraban y La mejor canción, que efectivamente es la mejor del último disco, con permiso de luna nueva, que también tocaron y que desde el principio ha sido mi preferida . En fin, impecables y eficaces, como siempre. Un abrazo. Javier

martes, 29 de junio de 2010

A Melide

Nada más cruzar la pasarela sobre rio Miño, nos encontramos con una primera cuesta que, aunque empinada, nos coge descansados y decididos, con la fresca de la mañana, y maravillados por la magia del momento. La subida del monte de San Antonio nos anuncia lo que será una jornada llena de cuestas. De alli viene la advocación de la Virgen de las cuestas, de la que nos acordaremos unas cuantas veces en el camino. Seguimos subiendo, el camino se hace más suave cuando bajamos la aldea de Gonzar, con su iglesia de Santa Maria, don sellamos. No habia sitio para desayunar y empezamos a desfallecer. En estas, don Manuel se escapa del pelotón en busca de un café. Nosotros seguimos detrás de él cada vez menos entusiastas. Seguimos subiendo una buena parte del dia y casi todo el camino hasta Palas.

Después de una cuesta, en la espesura pasamos a Hirohito, japones que habíamos adelantado el día anterior, una o dos veces. Va a una velocidad constante, algo más pausada que la nuestra, lleva una gran mochila y los ojos entrecerrados. Esta mañana Javier le saluda en su idioma, lo que le hace sonreir y hasta abrir fugazmente los ojos. Recupera algo su humanidad pero el dominio del japones de Javier se limita a las dos frases emitidas, lo que resulta a todas luces insuficiente para que nuestro oriental vuelva definitivamente a la vida. Nos lo volveremos a cruzar más veces, sin más saludos, ya que, aunque no variaba jamás de velocidad, nunca paraba. Nos hubiera gustado preguntarle si alguna vez llegaba a parar a comer o a dormir, pero definitivamente ese, como otros misterios (como donde se van los calcetines sueltos? que son los agujeros negros, o que quiere decir "nada" en boca de una mujer) no lo sabremos. La opinión común es que nunca paró; ahora debe estar rindiendo cuentas a algún emperador, vivo o muerto, en este mundo o en el otro.

Llegamos subiendo a Castromayor, donde, ya con más de dos horas de camino, damos cuenta feroz de los consabidos y abundantes bocatas de bacon y queso, cervezas y aquarius. Después, don Manuel que ha venido durante dos horas tirando del grupo mientras husmeaba el café, pierde su paso brioso y se queda rezagado. Por mi parte a veces me escapo del grupo cuando las cuestas se hacen más duras, meto velocidad y golpeo el suelo con fuerza como si con el golpe pudiera tomar impulso y avanzar mas de prisa. Ahora, mientras el grupo se distancia, nos quedamos don Manuel y yo como una hora a nuestro aire. El camino tiene esas ventajas, sus idas y venidas, sus momentos fuertes y sus pequeños recesos. Pasamos por el antiguo hospital de la Cruz. Esta parte del camino está llena de vestigios de hospitales de peregrinos y órdenes de caballeros, como la de Santiago o de San Juan, que se encargaban de limpiar de forajidos el camino. En un llano que coincide con un camino asfaltado adelantamos a una pareja de alemanes ya mayores –más tarde les oímos hablar-, que llevaban un carrito lleno de enseres y que la mujer, de aspecto percherón, llevaba atado a la cintura con un arnés. El marido estaba al lado y parecía ayudar poco con un cordel (que tiraba también del carrito… no de la mujer) La imagen era verdaderamente sorprendente y nada habitual –imposible, más bien- en estos lares.

Antes de llegar a Ligonde, un sitio que merece una paradita, aparece uno de los cruceiros más bonitos, el de Lameiros. Le hacemos una foto: Ya en este momento, la cuestión de las fotos pone de manifiesto dos sensibilidades en el grupo; o aún mejor, una sola; los que la tienen, que somos dos, y los que no la tienen que son todos los demás. Muchas quejas sobre las fotos, pero luego…. todos querran copias y eso de "venga vamos a hacer un libro, o mejor una presentación", … En Ligonde pasamos por la iglesia de santiago y nos topamos con antiguo hospital de peregrinos, que hoy llevan las chicas hospitaleras de Ágape, con las que departimos y echamos un vistazo a su pequeño albergue, lleno de colores calidos, café humeante y cierto gusto en la decoración que incita a quedarse. Estuve con ellas hace tres años y antes de salir prometo quedarme algún tiempo la próxima vez que pase por alli.

Seguimos bajando y subiendo a trozos y, a eso de las doce y media y casi sin darnos cuenta entramos por un costado en Palas do Rei, y nos damos de broces con su encantadora iglesia de San Tirso, con portada románica y su jardin, y bajando la escalinata llegamos al albergue donde sellamos y nos aborda una chica de la televisión gallega que necesita a algún peregrino que haga un scketch. Mis amigos no dudan de que el encargado de tales actividades soy yo y alli me voy con un actor de televisión, dos chicas de la tele y un cámara, a la farmacia de Palas a hacer un diálogo sobre lo duro que es el camino y a contar lo que vamos caminando, pero que en la farmacia tienen de todo y más todavía en el centro de salud. Ellos me hablan en gallego y yo en castellano (es mi única condición). La farmacia era una vieja conocida y en ella había yo comprado algunas tiritas y otros útiles en mi primer camino. En fin grandes saludos y me vuelvo con mis amigos: Una etapa razonable es la que acabaría aquí en Palas do Rei, donde tenía un palacio Witiza, pero nosotros no tenemos ni un palacio ni un catre, y, además… cuantas veces hacemos cosas razonables?

Es como la una de la tarde cuando vamos bajando por el pueblo en dirección a nuestro destino de hoy; Melide. Pasamos un rio y seguimos por el camino, aunque a ratos salimos a una carretera. Como venimos viendo todo el camino, las lluvias han dejado muchas marcas esta primavera y nos felicitamos de que no haya llovido en los últimos días y el terreno esté normalmente seco. Son las dos y media pasadas cuando llegamos a un molino con un jardín y allí todos devoramos, salvo Javier que se pide una ensalada (por cierto también tamaño king size). Hace un dia espléndido, el sol reina pero con algunas nubes y no pasamos de los veinticuatro grados. La etapa sigue siendo entretenida, llena de subidas y bajadas y plagada, de cuando en cuando, de vestigios medievales y pura vida rural: Una vieja sentada a la vera del camino viendonos pasar, que no parece muy sorprendida cuando le pido permiso para hacerle una foto, y una pareja de ancianos acarreando vacas, con grandes palos, del tamaño de las astas de esas vacas.

Desde la salida del molino, parece que Melide está ya a tiro de piedra. Pero el primer pueblo de La Coruña es Leboriero, lleno de casas de piedra con la Iglesia de Santa Maria, recuerdos de un lejano esplendor, y un polígono industrial de Melide que está todavía muy lejos del pueblo.... y por supuesto, esa costumbre de esta compañía de no parar en ninguno de los primeros diez hostales o albergues, sino en el que esté más lejos, que resulta ser donde hemos reservado. Al fin hemos hecho algo más de cuarenta kilometros y contra todo pronóstico seguimos todos juntos y.... completos. Va a ser un gran dia el de Melide que terminará en una memorable cena.

Abrazos