sábado, 8 de agosto de 2009

La huida a Santiago

Llegado a estos dias, la postración amenaza con apoderarse de mí en Madrid y la blackberry da signos de atoramiento. El calor, del que intento no hablar con el secreto propósito de hacerlo insignificante o incluso inexistente, se ha impuesto al fin; sin quererlo nos estamos licuando.
Es momento ya de irse de vacaciones mejor esta tarde que esta noche, mejor mañana que pasado. Pero ésto no se arregla con unas simples vacaciones, se arregla con una huida en toda regla. En mi caso me vuelvo al camino de Santiago.
Hago el inglés, que no se bien donde empezará en Inglaterra (si es que en esa tierra puede haber algo que sea el camino de Santiago, aunque bien pensado todos los caminos llevan a Santiago; a lo mejor un año lo empiezo en Ibiza o Cerdeña...). En todo caso yo lo empiezo en Ferrol (voy en avión a La Coruña el lunes en cuanto pueda, y de allí a Ferrol, luego a Miño y así hasta Santiago): me pierdo el trayecto desde Londres y la travesía a remo desde Pool.
Parece un viaje algo duro y precioso, con mucho bosque y monte y poca carretera. El año que viene repetiré, si Dios quiere, el francés desde algún sitio como Cebreiro y más adelante quizás vuelva a hacer el portugués o continúe el de la Ruta de plata que este año empecé con Javi (y conté en este blog). De todas maneras antes de irme tenemos que hablar de música para el calor. Un abrazo

lunes, 3 de agosto de 2009

Bruce llenó el Zorrilla y arrasó

Llegamos al AC Santa Ana de Valladolid sobre las cinco y media, después de darnos un pequeño homenaje en el Torreón de Tordesillas. Había cierto ambiente de seguidores de Bruce y una pareja de la guardia civil. El había ido directamente a la carpa que tiene en el estadio pero allí estaba toda la E Street Band, y allí nos quedamos a saludar a Nils Logfren, la violinista Soozie Tyrell, al propio Clarence, que paró para las fotos, con un bastón y agarrado a una acompañante muy espectacular, que no sabemos si es su personal trainer o su novia o ambas cosas, a una de las coristas y a algún otro miembro de la banda.
Estabamos cerca y cuando llegamos al estadio, sobre las ocho, ya vimos carteles de que el parking estaba completo; el llenazo se confirmaba: al parecer nadie (ni los Stones o Depeche) había conseguido llenar el Zorrila, con unos treinta y cinco mil espectadores. Largas colas para entrar que nos permiten comernos los bocatas que, previsor, ha traido Juanpi. Entramos en la pista con otros cuantos miles.

Nada más pasar las barras, con las birras en la mano tenemos una visión insospechada; a nuestro lado pasa Luis María Anson perfectamente trajeado y acompañado de dos o tres hijas o sobrinas. Aquí está hasta Anson. Nos vamos acercando por el lateral de modo que nos quedamos razonablemente cerca del escenario con Patricia, José Luis y los demas amigos.

A las nueve y veinte aparece Roy Bittan y toca un pasadoble con su acordeón; lo han hecho en cada sitio; empieza tocando algo diferente que sea identificado como propio por la gente del lugar (en Londres empezaron con el London Calling; no se si hubiera sido capaz de resistirlo, veinticinco años después de ver a The Clash en Madrid empezar su concierto exactamente con ese himno).

A continuación sale Bruce y el resto de la banda. El principio es arrollador: Badlands y No surrender, después de Night, toca una de esas grandes que suenan habitualmente Hungry heart (aunque luego no tocará The River, del mismo disco que siempre está en el set): “Todo el mundo tiene un corazón hambriento, coge tu dinero y juega tu parte”.

Outlaw Pete, la primera del último disco, queda impecable, con una inmensa pantalla que nos lleva al lejano oeste, y que termina Bruce con su sombrero vaquero. Inesperado es otro viejo clásico Spirit in the Night. El Workin' on a dream, que da título al último disco, suena mucho mejor que en estudio –aunque eso se puede decir de casi todas las canciones que toca y en especial las que no son tan brillantes-. Seeds, Johnny 99, y Trapped. Ha bajado varias veces a saludar a los de las primeras filas y ahora empieza a recoger carteles que le dan con títulos de distintas canciones. Raise Your Hand. De una gran pancarta saca la siguiente canción, Great Balls of Fire, de Jerri Lee Lewis, el rock más clásico. De un sobre inmenso saca Something In The Night.
De pronto toca una pegadiza y destacable canción de su último disco: Surprise, Surprise, y es que todo el concierto está siendo eso, la mayor parte del set es alternativo. Lleva desde el mes de marzo que empezó más de setenta canciones que varia en cada concierto de modo que el concierto de hoy no es que no sea idéntico al de ayer –como pasa con todos los demás grupos y músicos, casi sin excepción, y mejor que así sea- sino que puede ser muy distinto.
My Love Will Not Let You Down, y Waitin' On A Sunny Day, una canción esperanzadora del Rising, en el que pasa el micro primero a una chica y en seguida a un niño de unos diez años que llega a entonar el estribillo medio bien y a quien el público mucho más que entregado le da un gran aplauso.

Los bailes folkies de The Promised Land, que repite en sus últimas giras. Una canción que destila optimismo, como todo el concierto, como el mismo Bruce. Sigue Girls In Their Summer Clothes, muy de este tiempo, que me gustó mucho del disco anterior y que ha tocado habitualmente en su gira anterior. American Skin (41 Shots); Lonesome day y The Rising.
Llevamos mucho tiempo de bailar cantar y dar botes pero ahora empieza lo bueno; Born To Run hubiera sido el momento álgido del concierto, si no hubiera seguido, sin parar y con su repetido one-two-three, el rockandroll básico, seven Nights To Rock (Monday…); juegos de guitarras entre Steve y el boss, con el slide guitar de Nils, la memorable American Land y cuando creíamos que se acababa del todo, nada menos que Bobby Jean. Bruce ha subido al escenario a una chica con la que está bailando, (he leido que el domingo por la tarde estaba entre el público en el aeropuerto de Villanubla para despedirse de él; no se te olvidará nunca). Dancing In The Dark y, finalmente, Twist & Shout con la bamba. Al final, el delirio, como tantas otras veces, “Que noche tan bonita, gracias Valladolid, os queremos”.

Estamos cansados? En realidad no, o al menos no lo sentimos; estamos pletóricos, después de no se cuantas veces de ver a Bruce; Bruce no se repite aunque lo parezca; cada movimiento, broma, grito, gesto lo hace con tal fidelidad y derroche que no puede estar fingiendo: Es su mayor mérito, este año dará como ochenta conciertos; cada uno de ellos lo da como si fuera el último, como si fuera el único que va a dar, al público nuevo que lo ve por primera vez y a los que lo seguimos desde hace años. Transmite la emoción. Ese es su secreto, por eso al fin casi podemos decir que el set list de cada concierto es lo menos importante. Incluso canciones menos agraciadas de sus discos suenan redondas, eficaces, deslumbrantes en vivo, en manos de la perfecta banda de rock and roll. Nos vamos de marcha por Valladolid, a la plaza de Coca y aledaños, buen ambiente y bastante hambre insatisfecha en el personal: al fin en un bar hay pan de ayer o antes de ayer. Le damos vueltas a irnos mañana por la mañana a Santiago, el último concierto de la gira; pero el lunes hay que trabajar en fin. Gracias Bruce y seguro que nos vemos pronto. Javier