martes, 11 de octubre de 2011

Recuerdos

Estas noches de verano en octubre tan inesperadas como sugerentes!
Llego a casa después de una larga cena con unos cuantos amigos en la sierra, y siento cierta nostalgia mientras escucho en el coche un disco que un amigo me ha grabado y que pretende recoger la banda sonora de tantos años de amistad, o de lo que sea que ahora tengamos. Mientras suena Cheap Trick, The Knack o Foreigner me doy cuenta de la pendiente del tiempo, que ahora se hace mas urgente, y me siento tan cansado... Después de unos días de trabajo más que intenso, lleno de noche y de días sin pausa ni treguas, noto esa desazón que en la que estar satisfecho por los resultados no termina de colmar una cierta tristeza de fondo que nada tiene que ver con el éxito.
La primera vez que pensé en que quizás lo mejor fuera morirse, tenia unos veinticuatro años, llevaba dos años y pico (acabe la carrera en cuatro) preparando abogado del estado y había suspendido en el cuarto ejercicio. Por alguna razón mi padre conducía a una velocidad inusitada y con un cabreo monumental -que nada tenía que ver conmigo- y yo advertía un riesgo nada hipotético sentado a su lado por una carretera poco fiable. Paró, se enfrió un poco y una cierta calma tensa presidió el resto del viaje. Ese verano mientras íbamos en un avión a Londres a pasar el mes de agosto y en mitad de unas turbulencias nada tranquilizadoras valoré lo poco que valía mi vida de estudiante con tan poco presente como posiblemente tanto futuro. En ese avión me centré en ese pobre presente y concluí lo poco que tendría que preocuparme si al final nos estrellábamos.
A la vuelta a Madrid, ya acabando el verano, en el pantano de San juan y después de un aperitivo monumental tuve un corte de digestión en mitad del lago. Me había quedado solo y a muy duras penas llegue a volver a la orilla. Esta vez sentí que apenas podía moverme y a base de hacerme el muerto no llegué a morirme.
Mucho después, en un mes de febrero de otro año, volviendo a casa en una noche de lluvia torrencial y viento, me cayo en el hombro un trozo de un ladrillo por la calle Raimundo Fernandez Villaverde, que se rompió al caer al suelo. Cogí un trozo grandecito y durante años lo guardé como una especie de talismán o recordatorio. Seguramente no lo hubiera contado si el cielo hubiera querido tener algo mas de puntería.
Después en varias ocasiones me he dado cuenta de que no me he matado pero he estado en riesgo. Sin duda la mayor fue un día en que el grapo puso una bomba debajo de mi despacho en la Bolsa, en Septiembre de 1990, en el ascensor que iba a coger yo a las 12 para una reunión sobre crédito al mercado. Un amigo mío de la Bolsa de Bilbao me llamo cuando estaba ya saliendo y me retrasó un minuto para decirme que me enviaba su invitación a su boda, para que luego nos quejemos de las bodas!. En ese momento explotó la bomba entre los ascensores que de haberme cogido hubiera sido también un pase definitivo al otro mundo. Esta vez exploto todo a mi alrededor, ventanas, puertas, armarios... pero no yo. Salí a ciegas, bajando como pude desde la cuarta planta por unas escaleras derruidas y tanteando entre la humareda y el polvo. Fui a una cabina a llamar a mi madre para decirle que había pasado toda la mañana fuera de la Bolsa y que no sabía si comería en casa (tratar de contarle el atentado hubiera sido contraproducente). Mientras, Antena 3 radio informaba de la bomba en la asesoría jurídica de la Bolsa y al oírlo, alguna compañera amiga rompía a llorar desconsolada.

Hace poco en una inundación en mi casa, solo y recién llegado de Cadiz, resbale y me abrí la cabeza. Menos mal que mi amigo Manu, con quien había quedado a cenar, había venido a casa a ayudarme y de paso salvarme la vida. Me levantó del suelo conmocionado. Sangrando a chorros y envuelto en toallas me llevo a urgencias, donde dos médicos me llenaron de puntos para cortar una hemorragia contumaz y respondona. Un buen rato después, les dije " lo peor es que estoy de rodriguez", a lo que me contestaron "y con la cantidad de planes que hay estando de rodriguez, no se le ha ocurrido otra cosa que partirse la crisma?"

En el 2010 con un montón de amigos en Asturias me resbalé y no me mate al caer en una poza desde varios metros y terminar dando con la espada en una roca. Después de la alarma general resultó que estuve varios días convaleciente pero pude contarlo.

En fin, parece que a pesar de todo, esto sigue. Abrazos Javier