En realidad, esto no es una crónica de un concierto, ni ninguna explicación de lo bueno del sonido –que empezó mal pero luego fue magnífico como siempre-, lo sólido de la línea de bajo o la rotundidad de la batería, ni de las guitarras o del violín o de los teclados, ni del gran saxofón del más grande Clarence que hace tiempo que no cumple años, ni de las más de tres horas de intensidad y derroche.
Te vi, a finales de noviembre en Bilbao, con Juan Pablo, en otro concierto de los que “hacen afición” y anoche en el Bernabeu. Hace ya tiempo que renuncie a comparar tus conciertos –siempre que salgo de uno creo que es el mejor de todos- ni, claro, con el resto de los conciertos a los que voy. Cada uno, es como un viaje en el que nos llevas a donde tú quieres y gritamos y bailamos y se nos encoge el corazón, the River, y sentimos nostalgia de tantas cosas, American land, y luego nos sobreponemos otra vez. Es estrenarte cada vez que voy a verte. En mis seis o siete conciertos de Bruce, no se, cada uno me ha entusiasmado como la primera vez.
No es sólo técnica, ni siquiera es sólo arte. Es actitud, capacidad, pero también entrega, intensidad. En cada concierto te entregas, te diviertes, eres feliz y nos haces a nosotros, nos das cosas, nos haces guiños, nos transmites la ilusión, que nos llevamos a casa. Si es el rock es emoción, entonces jefe, eres el rock.
Gracias por haber llenado de himnos mi vida, por ser una parte fundamental de mi soundtrack, desde los once o doce años, con el Born to Run, y sobretodo desde que mi amigo Alberto me grabó en una cinta the River en mitad de nuestra movida. Desde entonces me has cambiado muchos días. Gracias por ser genial. Gracias por existir. Javier
Cuerpos deshumanizados
Hace 2 años