jueves, 20 de agosto de 2009

de Ferrol a Miño, un paseito?

Sorprendentemente, la noche en el Eden no fue tan perfecta, tardé mucho en dormirme y dormí regular; estaba nervioso e impaciente como otras veces antes de una aventura como ésta. A cada poco irrumpía un sonido agudo y casi inaudible -que normalmente no me hubiera molestado- que al principio alcance a oir y luego me dediqué a escuchar.
Desayuno; mientras me hacen las tostadas me dan un "sobao" que me sabe mucho mejor que en Madrid. Después de pasar por las Angustias, voy por el paseo hasta el muelle de Curuxeiras, donde los ingleses, alemanes, y nordicos cristianos en general (no hay mucho vestigio vikingo, al menos no medieval) aparecieron por aqui, por lo menos desde hace mil años. Hay noticias escritas de que en 1147 una escuadra de ingleses y germanos llegó a este puerto y después de arrodillarse ante Santiago se fueron a ayudar al Rey de Portugal y luego a las cruzadas. En fin, un monje islandes habla del camino ya en el siglo XII.
Después de la Iglesia de San Francsico estoy en el Arsenal que es un rectangulo propio del urbanismo de mediados del XVIII. Aparezco en una plaza y pregunto a un conciudadano como se llama el de la estatua. Mi cicerone improvisado me explica que Amboage un benefactor de la ciudad que daba un sueldo a todos los ferrolanos mientras hacían el servicio militar y al que se le tiene mucha devoción aunque parte de su fortuna parece que la hizo con el trafico de esclavos.
Esta plaza es muy amplia, rodeada de edificios históricos e iglesias, tiene alguna terraza y seguramente se anima mucho por la tarde. Paso por la Plaza de Armas, con el Ayuntamiento y sigo hacia los astilleros y una escuela militar de marina. Nadie sabe a ciencia cierta donde está el camino de Santiago; un parroquiano me preguntá por qué hago el camino al revés; que todos sus amigos vienen de Francia (como los niños de París?). No veo rastro del camino en ninguna parte. Tengo claro que tengo que evitar el puente de las pías, que me parece que así se llama; hay que bordear toda la ria sin atajos. Voy hacia Neda. Empiezo una avenida de Castilla que tiene como diez kilómetros y que amenaza con dejarme directamente en Pozuelo si no me meto por alguna bocacalle. Veo pintadas de la Polla Records, vaya se acuerdan de ellos por aqui! y llego al ayuntamiento viejo de Narón. Una funcionaria municipal sorprendida me sella la credencial después de preguntar a sus compañeros.
Tengo que desandar algunos cientos de metros para tomar el camino de verdad y llegar al
Monasterio de San Martino de Xubia (o couto) que parece que es del siglo VIII. Merece la pena la vista. Me encuentro un grupo numeroso de scouts del norte de Italia, hablo un rato con los que comandan la expedición. Harán esta camino sin demasiados excesos en unos seis días, quieren llegar a Santiago el 17.
Sigo costeando con una vista preciosa de la Ría y diversos puentes. La marea está baja. Me meto por un camino bajo el sol y encuentro una única sombra de un puente que pasa por encima y allí tumbadas cuatro chicas muy vistosas, que habia visto antes a lo lejos, que me piden fuego, una se estaba cambiado cuando he llegado y me sonrien. Su pinta es más hippie que peregrina y su próximo destino la playa más cercana.
Paso por un antiguo molino que funciona con las mareas y sigo hasta Neda, llevo 15 kilómetros. Dejo de lado el albergue y la Iglesia de Santa María. Por la Rúa Real me encuentro el antiguo hospital de peregrinos en el que entro y resulta que es la oficina de la policia municipal. Me desconcierto cuando me dicen que no me sellan ellos, aunque lo entiendo mejor cuando salen a la calle y me indican la oficina de turismo donde además informan y tienen un recuento de la gente que pasa.
Allí está creo que Victor que se sienta conmigo y me explica como va el camino y los sitios donde dormir y me da algunos consejos prácticos. Me busca además el teléfono del hostal en Siqüeiro.
Sigo por la rúa real de Neda. Con mi optimismo natural quiero llegar a la playa de la Magdalena a comer. Paso por Fene y veo una grúa inmensa del astillero de Astano (hay una asi aunque creo que más grande en Cadíz). Salgo a una rotonda entre varias carreteras y en un restaurante lleno de gente la camarera me recomienda una ración de chipirones que me sabe a gloria. Encuentro un grupo bullicioso de peregrinos de Valencia, son muchos y están medio desperdigados, se quedan en Puentedeume. Como y en unos cuarenta minutos, por un camino muy bonito que a ratos forma pasadizos entre los arboles, llego a la playa de la Magdalena.
Hace como treinta grados y estoy cansado, son alrededor de las cuatro y media; pido la cerveza más fria y más grande en un chitringuito, me baño -sin mucha natación- y luego me ducho en las duchas de la playa. Me cambio y después de un a media hora continúo. La playa está frente a Puentedeume y está enmarcada entre las dunas de pinos y el mar. Sigo al puente de unos 600 metros en el que lo mejor es que los coches hacen fila atascados y por una vez tengo la sensación, transitoria, de que yo voy más rápido. Subo a la Iglesia de Santiago que al parecer mandó construir el arzobispo Rajoy y paso a la torre de Andrade donde sello. Este es un pueblo lleno de soportales y, sobre todo, cuestas. La sensación de que todo el pueblo se ve desde el puente como en una exposición se debe precisamente a que todo está en un desnivel. Sigo subiendo más y más. Se acaba el pueblo y sigo subiendo. Cuando empiezo a acariciar la idea de los peregrinos que he ido encontrando de dormir en Puentedeume, de pronto se abre un camino a la izquierda que va a ir llaneando casi todo el rato incluso baja en momentos. La luz de la tarde es brillante y el paisaje amplio. Hemos dejado de lado el mar y sólo lo volveremos a ver al final en Miño. Toda esta parte del camino es preciosa. De pronto hay una última subida que me sorprende y llego a un puente medieval donde Marisa se está liando un canuto. Nos hacemos unas cuantas fotos y seguimos hasta Miño charlando animadamente.
A las 9 y diez llegamos a Miño a una calle medio principal que tiene varias ferreterias. Marisa se va al albergue con la idea de bañarse en el mar y a mi me rescata Santi, que tiene una casa notable con una vista espectacular de la ría. Maribel me enseña orgullosa su casa. Cenamos toda la familia junta y hablamos de caminos y aventuras. Isa me da una aguja para pincharme las ampollas. Hasta ahora, nunca me habían salido el primer día del camino. Se deben no tanto a los 39 kilómetros sino sobre todo al calor del día. Parece que el tratamiento de las ampollas exige dejar un hilo cruzando las ampollas, pero ya es bastante agresivo para mí pincharmelas como para pensar en una operación como cosermelas.
Esta vez duermo como un saco.

martes, 18 de agosto de 2009

El camino ingles de Ferrol a Santiago

El lunes día 10, una vez cerrado un lio que nos había tenido trabajando unos cuantos meses, llamé a la oficina de turismo de Ferrol para enterarme de donde dormir y como conseguir una credencial para sellar las etapas del camino. Cesar me lo solucionó todo; reservé nada menos que en el Eden y allí me dejo la credencial el mismo Cesar de camino a su casa. Despues de comer me cogi un taxi a Barajas. El taxista llevaba el rock and roll de Led Zeppelin y acababa de descubrir el led zep IV y terminamos medio cantando el wholla lotta love del II, que era lo que más le gustaba.

El plan tenía un pintón! Avión a La Coruña y de alli en autobus a Ferrol. Preciosas vistas, sol y calor. Desde la estación de autobuses de Ferrol, llegué callejeando al Eden, donde me atendió una chica muy agradable, casi angelical como correspondia al lugar, y dejé la mochila en el piso de arriba en una habitación muy sencilla (y desde luego, más que buena por veinte euros). Después de unas pocas vueltas, me encontre en una parroquia a don Jesus Perez, con el que, buscando una misa de peregrinos lo más temprana posible, terminé perdido dentro de la zona de urgencias de un hospital (donde al parecer habia una a las 7 y veinte de la mañana, según le habia confirmado por telefono la madre superiora) y en una zona con puertas que se cerraban a nuestras espaldas, rodeados de enfermeras sorprendidas y cirujanos atónitos: que hacen aqui?, no pueden estar aqui, ustedes con quien vienen, o ... sólo puede haber un familiar y ... cosas así. Todo se resolvió cuando explicamos que sólo queríamos salir de allí.

Después de dejar a don Jesus y de pasear por la zona cercana a mi Eden, me metí a cenar algo (bonito con tomate) en un bareto con pretensiones de restaurante del casco más o menos viejo y apretarme una botella de la tierra. Repaso la gente que he ido conociendo, encantada de echarte una mano y no he empezado; lo bueno empieza mañana.

Aquí los parroquianos entran, se acercan y te desean buen provecho y miran valorativamente a una madre américana que recuerda lejanamente a la bisset y cuyo bebe llora desconsoladamente. El grupo lo conforma un abuelo local con sus dos hijos y cada unos de ellos con sus mujeres, extranjeras, y sus respectivos nietos llorones. Y un grupo de trabajadores de los astilleros que me saludan. En fin, ésto ha empezado.