viernes, 1 de julio de 2011

Hacia las cumbres

El zumbido característico del mosquito me ha vuelto a despertar esta mañana. Apenas me siento humano, y lo poco que siento es el picor de varias mordeduras del mosquito de compañía, que no ha tenido el menor reparo en cebarse con mis pies. Creía que los mosquitos no picaban en las plantas de los pies; ya veo que no era la única cosa en la que estaba equivocado. Quizás mis pies al ser mi parte más débil en este preciso momento, es la que más ha atraído su atención.

Este puente hemos hecho nuestro bautismo de fuego en la montaña, que, ya podemos adelantar, no ha terminado en el viático. No es que no hubiéramos ido antes a una montaña, sino que nunca, hasta ahora, habíamos estado de esta forma, esfuerzo e intensidad. El impulsor de nuestra aventura es Gustavo que, aparte de constructor de caminos o de lo que se le ocurra, es montañero intrépido casi desde la cuna (que, en su caso, debió ser un saquito de dormir) y que, a estas alturas, conserva maneras y técnicas de verdadero alpinista. Buena muestra de su experiencia fue la lista que envió por correo electrónico de las cosas absolutamente imprescindibles para hacer una travesía por Gredos. Incluía la comida, un silbato, unos frontales, un sujetador de las gafas de sol, y otros muchos utensilios que me sorprendieron, lo que me tenía que haber mosqueado ya en ese momento.

Mi idea de marchar sugiere un camino más o menos indicado, con un suelo más o menos firme, aunque a ratos esté mojado o se llene de piedras o cruce riachuelos que sortear, con sitios previsibles para comer o beber e incluso, para dormir. La montaña no tiene nada de eso. En realidad no tiene nada, como mucho a veces tiene una fuente y … cabras. No hay señales, ni electricidad, ni luz, ni hielos (aunque hay neveros y puede haber mucho hielo, en abundancia y en singular), ni bares, ni máquinas de bebidas, ni sitios donde comer o dormir. Eso Gus me lo explicó por teléfono. Comes lo que caces (que creo que no hay tanto, ni se si se puede) o lo que lleves –esta última fue nuestra opción, por la dificultad de cargar a cuestas con la vaca una vez cazada.

Llegamos a la plataforma de Navarredonda, en la parte norte de Gredos y dejamos un coche que recogeríamos a la vuelta. Observé que mi amigo es un hombre de gran constancia, lo que le hace ir a casi la misma velocidad en autopista y en carretera de montaña con curvas y sin arcén. De hecho, unos motoristas suicidas que bajaban tumbados en una curva estuvieron a punto de comprobarlo. Paramos en el puerto del pico y miramos la vista y nos sorprende una vía romana en un magnífico estado de conservación.

A eso de las dos, con unos treinta y tantos grados y un sol poco clemente, llegamos a la parte caribeña de Gredos que, aunque pueda sorprender, existe tan cerca de Madrid. Las palmeras y la flora da buena cuenta de que el frio se queda en la parte alta de Gredos, de modo que esta vertiente sur mantiene temperatura y cultivos poco imaginables allí. Aparcamos en un sitio dudoso, al lado de un monumento a la cabra. Nos ponemos todos nuestros pertrechos y a las dos y cuarto empezamos a subir: Gustavo nos señala una rayita blanca muy arriba que dice que es el refugio, al que podemos llegar en unas tres horas. El camino en seguida va haciéndose algo más empinado. Llegamos a la fuente de Mariano y paramos a beber. Algo más arriba nos sentamos en una sombra y unos caminantes me saludan diciendo que me conocen. Nunca digo que no, porque en mi despiste es normal que efectivamente me conozcan aunque yo pueda jurar que no les he visto en mi vida: cuando me dicen que me conocen de que vivo en Toledo, entonces les saludo, me presento y confirmamos que no nos conocemos de nada.

Gus explica que hay que subir despacito siguiendo una escalera. Descubro que para seguir la escalera… hay que verla. En esto, nos topamos con un saco de dormir que se le ha caído a Javi de la mochila. No creo que hubiera podido dormir sin el saco en la cumbre. Llegamos a una fuente y a lo que se conoce como la apretura y de allí empezamos a subir en zigzag, por un camino que llaman las zetas. Me doy impulso para salvar un piedrolo inmenso y me doy contra otro pedrusco en la cabeza: me duele un poco y me hago un rasguño con un poquito de sangre. Seguimos y al fin, tras un recodo llegamos al refugio. Allí hay una especie de barreño de agua y me lavo la cabeza con jabón lagarto. El tipo que regenta el chamizo me pone betadine en la herida y le compro unos aquarius para pagar en algo su hospitalidad. Afuera los alpinistas hablan de la subida que están haciendo a los Galayos, que son las paredes verticales que tenemos enfrente desafiantes. Se acerca una cabra que nos mira con displicencia. A todo esto, comento con Gus que apenas llevo dinero y me dice que no preocupe que, a partir de ahora, no hay que comprar y que, como mucho, funciona el trueque. Tampoco me voy a encontrar cajeros; sólo cabras.

Pronto Gus y Pepe indican que queda más de una hora para subir a la Mira y que es la parte más empinada. Empezamos a subir y a pesar de que el sol es ahora algo menos implacable, esta es la parte que se me hace más dura. Tropiezo dos veces y apoyo todo el peso en el costado izquierdo, que me va doler unos cuantos días. Al fin llegamos a la cumbre y vamos llaneando entre grandes concentraciones de piornos, con sus florecillas amarillas y su olor profundo hasta coronar la Mira. Arriba hay una especie de torre hecha rústicamente con piedras y nos tumbamos en esa pared para contemplar el cielo y el paisaje sobrecogedor. Hemos subido 1560 metros desde el aparcamiento, aunque la media de velocidad no llega a un kilometro y medio a la hora. Comemos unos filetes frios y una cabra se nos acerca para que le demos algo. Estas cabras tienen unos ojos terribles, en forma como de rombo, que desazonan a pesar de su actitud confiada y dócil. A las nueve menos diez pasadas nos decidimos a seguir caminando hasta el sitio donde vamos a dormir, que nuestro Gus anuncia que está a dos o tres horas. Observo una incertidumbre poco habitual en la respuesta de nuestro zahorí.

Dice Gus que lo importante no es ver un hito sino ver también el siguiente y aún más el siguiente. Miramos a ver si vemos el primero; en la montaña Gus, David Croquet, es un vidente y nosotros titubeamos con faros de niebla. Descubro ahora el libro El explorador indio: saberes y artes prácticas del indio americano de Eastman, Charles y Alexander. Que pena no haberlo tenido antes!

Lo que se explicaba como llano, la verdad es que no lo es tanto, mientras Gus rastrea los hitos del camino, y Javi y yo le seguimos hito en hito.

Es uno de los tres o cuatro días más largos del año y la puesta de sol se eterniza, y la luz se mantiene hasta las diez y media o más. Estamos subiendo una pequeña montañita y nos ponemos los frontales en la cabeza para poder seguir con luz. A un lado tenemos un barranco; lo que pone cierta nota de aventura que ya no hacía falta en realidad. Descubrimos una especie de senda pero Gus en seguida advierte con su GPS que nos desvía de nuestro camino. Pasamos por encima del puerto de Candeleda y el GPS se despide de nosotros: mientras Gustavo carga su batería, encontramos unas rocas que nos pueden quitar algo del viento, molesto pero no agresivo, que hay en toda la cuerda de Gredos y que lleva ya mucho rato acompañándonos. El refugio del Rey y su fuente no deben estar lejos pero habría que subir todavía otro monte y ya no se ve nada. Ponemos las esterillas, sacamos los sacos y nos ponemos toda la ropa que tenemos; va a hacer algo de frío. Veo una luz a lo lejos que parece moverse. Gustavo me dice que se conforma con que no nos despierte, si sube aquí. Son las doce cuando apagamos los frontales.

El espectáculo de la noche llena de estrellas que parecen nuevas y enormes, como si fueran recién nacidas, es inolvidable. Abrazos doloridos, Javier


Un día en el Azkena Rock de Vitoria

Sábado del mes de junio, seis de la tarde, 35 grados a la sombra, tecer día del Festival Azkenarock. Fauna heterogena: restos de las tribus metaleras de los días anteriores (los cabezas de cartel del jueves y viernes habían sido nada menos que Ozzy Osborne y Queens of the Stone Age) junto a especímenes ataviados de indumentaria vintage (propia del rockabilly) dispuestos todavía a seguir al viejo lider de los Stray Cats, Brian Setzer. Muy buena organización: dos carpas principales que, practicamente, se van turnando con exquisita puntualidad. Termina el concierto en una, empieza el concierto en la otra. Por mi parte, acudo a Vitoria atraído por dos de bandas que muy raramente se ven por estos lares (The Avett Brothers y Bright Eyes) y por la presencia de otras dos que me suscitan curiosidad (Band of Horses y el abuelete Greg Almann). Lo mejor: The Avett Brothers, con un desenfrenado country-folk-rock americano, donde caben banjos, contrabajos, guitarras acústicas y eléctricas, teclados y las voces de los dos hermanos en cuestión turnándose al micrófono y haciendo armonías. Recomiendo vivamente "I and love and you", su último album, sobre el que gira gran parte de su actuación. Una gozada de concierto. Los Band of Horses muy bien pero tienen que vérselas, a las 7 y poco de la tarde, con una carpa que se convierte en un horno donde apenas se puede estar. A continuación, con un sonido espectacular, hora y media de blues con el bueno de Greg Almann. Sentado en un organillo de formas clásicas que parece un trono, el ex "Almann brother" no se esfuerza demasiado, pero se arropa en una banda poderosa. A eso de las once, Bright Eyes, con el muy prolíííííífico Connor Oberst a la cabeza. En esta ocasión, que va a ser la última porque parece que el grupo anda de despedidas, no me acaba de llenar: tres teclados/sintetizadores. Demasiado para mi. O tal vez era que empezaban a pasar factura las horas de deambular de un escenario a otro... Renuncio y regreso al hotel cuando daba realmente comienzo la noche con Brian Setzer, Paul Weller (anunciado para la una) y... Thin Lizzi (anunciados para las 2,45 de la noche??!!!). En suma: un festival a seguir. Parece que apuesta por viejos dinosaurios, pero también por grupos jóvenes de culto. Pero hay que entrenar antes para aguantar el tipo!!!
Antonio C