miércoles, 18 de agosto de 2010

La magia del camino del perdon a O'Cebreiro

Cuenta la leyenda que el Camino de Santiago se hace vivo o muerto. No se trata de que haya que hacerlo aunque uno se muera por el Camino, aunque hay muchos testimonios de gente que ha muerto haciéndolo (el mas celebre fue el del Duque de Aquitania que cayo fulminado en el instante de darle el abrazo el santo al llegar a la catedral y creo yo, que siguió dándole el mismo abrazo en la otra vida). En realidad, nos han llegado pruebas de que nobles antiguos que no habían hecho el camino en vida, dejaban legados en su testamento, con la condición de que el legatario lo hiciera por ellos. En estos pensamientos estaba el miércoles cuando iba a comer y coincidí con un amigo caminante y hablamos de la entrada a Lugo por el Bierzo. El jueves, después de tratar de ordenar algunos papeles de la oficina y aprovechando la inacción de estos días centrales del ferra agosto madrileño, salí disparado a las seis y diez a Vega de Valcarce a hacer las etapas previas a Sarria, que en el ultimo Camino, en junio, me había quedado con ganas de conocer.

Por telefono no encontré alojamiento en O Cebreiro. Al fin, conseguí un sitio en la pensión Fernández y otro en Liandre, en el que la señora, con algo de sorna, me dijo que me esperaba alli si es que me daba el cuerpo para llegar. Cuando le explique que el cuerpo me daba para bastante mas que eso, ella me justifico que el Camino este año estaba lleno de turistas que se pretendían caminantes y que fracasaban indefectiblemente.

En algo menos que tres horas y media estaba ya en Vega de Valcarce. El autentico señor Fernández en persona, un señor bastante mayor, y la mucama brasileira me esperan. La pensión no tenia mala pinta por fuera, aunque por dentro creo que he tocado fondo en lo que se refiere a pensiones. Los quince euros no parecen mucho, pero cuando entro en el cuarto, la pensión resulta cara.

El pueblo esta lleno de banderitas, que afortunadamente deben de haberse quedado de una fiesta anterior y posiblemente sigan ahí hasta la próxima. En la calle no se ve un alma y compruebo que no se cierne amenaza de ninguna actuación en el pueblo, de alguna de esas bandas que salen de sus escondrijos en verano y se encargan de que nadie –salvo anacoretas- llegue a conciliar el sueño en todas las múltiples fiestas populares que se suceden a lo largo de toda nuestra tierra. Busco sitio para cenar. Al fin dos señoras con acento canario y sentadas delante de un establecimiento con un cartel de "Cerveceria canaria" (no tengo idea de que es lo que tendrá de especial la cerveza canaria, si es que existe alguna) dudan de que haya algo abierto para cenar. Una chica que encuentro cruzando un puente me da mejor información. En el Mesón las rocas ya estaban cerrando cuando llego a las diez y veinte. Un poco mas lejos, el mesón Sarracín una mesonera, con un niño, me atiende rapida y eficaz. Me pone una ternera asada extraordinaria y todas mis dudas se despejan.

También me da una guía con la que cambio mi plan de ir a Liandre para tratar de llegar mañana a Triacastela, que esta como veinte kilómetros mas lejos pero que me permitiría llegar bien y pronto a Sarria al sábado.

Duermo mal, en una habitación limpia y triste, con un lavabo, una luz y un espejito
Por la mañana desayuno en el mesón del cazador, donde solo hay un bollo casero poco apetecible. Cojo una servilleta de papel y en ella empiezo a sellar. Sigo el rio. Me sale al encuentro una parroquiana anciana que camina rápida al cementerio con unas flores. Nadie más en la calle. Me pasan unos ciclistas, el ultimo se para a mi lado y me pregunta si tengo una gorra para el sol, lo mejor del camino es la camaradería. Son las ocho de la mañana y sigo el curso del río, que va al lado de la antigua carretera de la Coruña. La mañana es fresquita. El castillo de Sarracín es impresionante, recorta el horizonte y tiene un aspecto de Mordor que debía aterrar a los que antaño pasaran por este desfiladero. Se dice que hasta las aguilas temen cruzar por él.
Me sorprende la vista desde abajo de los puentes de la nueva autopista. También la cantidad de casas medio arruinadas y algún establecimiento cerrado que se venden. Serpenteas el río, por el que cruzo varias veces en unos puentes, que en los letreros dicen que son romanos, aunque las barandillas de hierro son bastante mas modernas.
He llegado en llano a Herrerias, donde hay un hospital de los ingleses, de la guerra de la independencia, y pasado el pueblo elijo la senda a la izquierda y dejo la carretera. El camino se llama la senda del perdón y el arrepentimiento se vuelve tortuoso y angosto. Caminas sobre rocas y raíces y hay como dos kilómetros especialmente duros. Al principio voy fresco con las manos en los bolsillos. Luego me prometo parar y beber en el primer pueblo, que resulta ser Faba, donde bebo un agua helada de una fuente. Hay un cartel de tienda, que esta cerrada y pregunto a un vecino si habra un baston, que me olvide en Madrid y que en esta subida si que lo echado de menos. Jesús me dice que me regala uno, se mete en su corral y saca un palo que limpia con su azada. Le agradezco mucho el gesto, sonrie y me da la mano de un hombre que no esta acostumbrado a darla. Me dice que lo peor ya ha pasado. Con esa esperanza, sigo subiendo y en seguida me encuentro con un cartel de O Cebreiro a 4 kilometros. La subida sigue siendo muy cuesta arriba pero, o yo me he acostumbrado o ya me veo en la cima; voy volando. Me encuentro con un grupo de mujeres que comienzan a cantar soul, me pongo a su lado sonriendo y me dicen que son de un coro, sus voces acompadas me acompañan mientras aprieto el paso. Cada instante tiene algo especial; el Camino saca lo mejor de cada uno. Es el no pain no glory, que en este caso se hace gospel. Paso por la Laguna de Castilla y vuelvo la mirada al escenario que tengo atrás y me despido de Leon. Las montañas son majestuosas y las rocas antiguas. Estoy en Galicia.
Las vistas se hacen impresionantes a cada momento mientras el sol se adueña de todo el cielo. La previsión era de nubes y claros pero aquí lo unico claro es el solazo que, aunque te ofrece una visión espectacular de la subida, no suele ser el mejor compañero para una caminata. De las nubes ni rastro. Subo a cielo abierto y de pronto se me cruza a traición un viento más que fresco que me recuerda las advertencias de los caminantes sobre el frio que siempre hace en O'Cebreiro y vaya! me alegro de que haga sol.
He tardado en subir los doce kilometros de la primera etapa del dia dos horas y media, lo que me parece todo un record. En una carretera circular me topo con dos guardias civiles y una enfermera que se sorprenden cuando les digo buen camino, y luego unas monjas que creo que han salido de una furgoneta. El resto son italianos y alemanas. Bueno no todos; una chavala rubia a la tomo por nordica esta pegando retratos de ... de La Macarena en la iglesia. Le pregunto y me contesta en perfecto sevillano que es que ella es macarena, y me presenta a su hermano y a sus padres como macarenos. La iglesia de O Cebreiro es prerrománica como todas las que encontrare el resto de la jornada. Se venera el caliz del milagro del siglo XII con su relicario de los Reyes católicos. Cuentan las cronicas que en la consagración el pan y el vino se convirtieron en carne y sangre en las manos de un cura descreído que habia despreciado a un aldeano que habia subido en plena tormenta. En la iglesia me miran con extrañeza cuanso saco mi servilleta de papel para sellar, me sellan pero me dan una credencial para que siga sellando en ella el resto del camino.
El pueblo tiene sabor y desde luego apetece quedarse a pasar el resto del dia, El entorno es magico. Unas sidras y unos cacahuetes en la tasca con Vanesa y Puri, dos chicas de Ermua a las que adelanté en la parte mas dura de la subida, y una vuelta por las pallozas prehistoricas reconstruidas en las que vivian animales y personas todos juntos. Después estoy preparado para seguir. Son las doce menos veinte de la mañana y nos hemos venido arriba y de que forma!

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