lunes, 17 de noviembre de 2008

Un respeto, Nick Lowe en Madrid

Jesus y yo llegamos esta vez pronto a la Riviera. A las nueve y cuarto, Nick Lowe salió de entre las cortinas, sin especial presentación ni ninguna música especial, sin que por eso sea menos grande que casi todos los que se anuncian con el mayor despliegue. Cogió su Gibson acústica -se le veía contento-, agradeció que hubiéramos ido a verlo y la oportunidad de tocar en Madrid, muchos años después y empezó a cantar como él sabe, el people change, magnifica canción de su At my age (con cincuenta y nueve años aunque también padre de un niño de tres, lo que rejuvenece mucho).
Reconoce en At my age que en su vida ha hecho cosas de las que no está nada orgulloso, lo que desde luego le honra, aunque, creo yo que no es por falta de discos magníficos y de canciones memorables. Desde su primera época en Brinsley Schwarz y pronto con su primer disco en solitario, reeditado este año, Jesus of cool del 78, el siguiente Labour of Lust, que tenía la imprescindible Cruel to be kind, que fue una de mis canciones de cabecera de esa época –acababa yo de volver de ver a Led Zeppelín, aunque ya se que no se parecen tanto- o del Nick the Knife, del ochenta y dos. En medio, el disco de Rockpile, el estupendo “seconds of pleasure”. De ese disco el viernes tocó la tercera canción y él sólo con su acústica, el Heart (me encantan las dos versiones pero casi más la que hace él sólo en Nick the Knife que la de Rockpile). Luego, casi al final, tocó when I write the book (about my life), con la que a la chica que teníamos al lado se le llenaron los ojos de lágrimas.
Me gustó mucho un disco, seguramente algo menor para algunos, que fue el party of one, mucho después. Luego se lanzó a una evolución que quizás haya hecho aparecer al mejor Lowe, al maduro y optimista, con cuatro fantásticos discos: The imposible bird, dig my mood, el maravilloso the convincer, del 2001 y el último y desde luego no peor At my age de 2007. Música con clase, y apto para paladares finos de cualquier edad (le encanta a mi madre).
El viernes, después de tres canciones con su guitarra, entró toda la banda, eficaz y rotunda. Tenía yo la duda de lo que quedaba del Nick Lowe de la nueva ola, con Graham Parker o Costello, aunque en su caso siempre con algún pellizco clásico de rock and roll y country. Lo que llegó fue una actualización a su gran momento, de sus canciones de siempre, que aparecen perfectamente coherentes en el conjunto con las nuevas. Rompió una cuerda y se disculpó mientras la cambiaban –dijo que hacia como quince años que no le pasaba-. Ya se ve que no hace falta cambiar de guitarra en cada canción.
Así en una hora y media, fue repasando algunas de sus grandes canciones, además de las citadas, como la deliciosa (What's so funny bout) peace, love and understanding, o sólo con la guitarra desmostró que con una acústica se puede hacer buen rock, como con el Heart of the city, de su primer single. En fin, naturalidad, sencillez y estilo. Quizás el mejor concierto de 2008. Salimos exultantes.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Pues sí doy fe de que salimos exultantes.
Un optimismo contagioso producto, de compartir belleza en este caso en formato musical.

javierzaci dijo...

Desde luego en este caso, esto si es belleza en estado puro. Sin atrezzo ni decorado. Y eso es más raro todavia ahora que lo esencioal, incluso en los musicos es la imagen!
Javier

Unknown dijo...

Pues casi, casi, es un concierto histórico, pues que yo sepa no ha habido ninguno despues, antes de la inesperada clausura de La Riviera. Confío en que se vuelva a abrir, aunque perdamos en fuerza anecdótica.