martes, 11 de octubre de 2011
Recuerdos
sábado, 24 de septiembre de 2011
REM se separan
viernes, 23 de septiembre de 2011
Mama y los desconocidos otro jueves en el Sol
jueves, 25 de agosto de 2011
Una noche de pistachos, caidas, y Ella Fitzgerald que no está pasada de moda!
Nunca duermo mucho antes de viajar. Las vísperas son siempre impacientes; lo transitorio para mi es como los anuncios entre los programas, algo seguramente tan necesario como exasperante. Lo mejor de la noche de antes de un viaje es cuando todo está por concretar; a quien veré, con quien voy a quedar o que planes finalmente hare o saldrán. Esta vez sólo esta claro que voy a un acto mañana por la mañana. En general, los viajes previsibles o de trabajo suelen ponerme en un estado de menor excitación; hay poco margen al misterio! Pero éstos apenas preparados dejan un campo amplio a la improvisación y por tanto a la imaginación. Entretanto, la noche esta más oscura que de costumbre y en el patio andaluz de la casa de mis padres, presidido por un mosaico de la Virgen de Rocio en la pared y en el que se reparten el territorio un mandarinero y un melocotonero que en esta época empieza a actuar como bombardero y nos entretiene mucho con sus bombardeos ocasionales de melocotones duros, mejor si es sobre las visitas, que ni lo sueñan. Estas noches, si se alargan, suelen incluir algun impulso hambrento de buscar algo para picar, en bolsas de pistachos o de otros frutos secos, cuya ingesta indiscriminada a estas horas, seguramente convierte en ineficaces mis esfuerzos por mantener el tipo en el gimnasio o en la mesa. Son ya mucho más de las dos cuando consigo una bolsa que, sin el menor rubor, se autodenomina cocktail de frutos secos. Me animo mucho; en la cocina tiene pinta de contener lo mejor de lo mejor; la selección definitiva del picoteo contumaz e inconsciente. En el patio, la mezcla en la oscuridad hace que confundas los que tienen cascara dura capaz de dejarte sin dientes, de los que no la tienen, y a fe mía que tal confusión dista de ser neutral o inocua! Mis muelas rencorosas pronto se resienten mordiendo el pistacho que parecía avellana.
Son ya las tres de la mañana y no hay noticias de mi hijo Javi que, con sus primos, iba a llegar a las dos. En esto suenan sus voces y me acerco a ver. Javi se ha caído por una escalera de bajada de la playa mientras charlaba con una lugareña y se ha dado un golpetazo en la cabeza. Le han puesto hielo los del botellón(alguna cosa buena tenía que tener esa afición) y ha pasado tumbado en la acera como diez minutos. Llega algo conmocionado y con cara de cansancio.
Luego por fin me entero de que el golpe fue en la cabeza pero encima de la ceja, que no ha sangrado apenas y que no ha llegado a perder el conocimiento y me empiezo a tranquilizar. Hace tres años, cuando volvi solo a Madrid, estuve a punto de no contarlo después de un golpe que me abrió la cabeza por encima de la nuca y que exigió dos médicos poniéndome un puñado de puntos para parar la hemorragia. Menos mal que había venido mi amigo Manuel a ayudarme a controlar la inundación del sótano y, ya que estaba, me salvo la vida. En fin, pienso en cuantas veces tengo que pedir perdón y decir lo siento, incluso cuando no lo sienta tanto, y lo importante de contestar "no tiene importancia", aunque uno no acabe de estar seguro de que no la tenga. Mientras, muerdo otra avellana falsa que a punto esta de llevarse un diente en el envite.
Meter pistachos en un cocktail de frutos secos hace desconfiar de todo el paquete como cuando los bancos de inversión metían los famosos bonos tóxicos enter productos que no eran malos. Hace ya tiempo que empezamos a hablar de las subprimes y no sabíamos si tenían algo que ver con las Supremes. Lamentablemente descubrimos pronto que no y hubo mucho más dolor que música. Y cuando parecía que todo estaba empezando a cambiar y a mejorar cada poco volvemos a la desconfianza y al principio, o peor. Y eso que ahora ya nadie se pregunta la letra que describe la crisis; de U, de V, de W o peor, de X, o quizás de una L con una barra horizontal muy, muy largo, tan largo!
En la radio escucho a la gran Ella Fitzgerald cantando I am old fashioned. Si, es verdad, estoy pasado de moda: I know Im old fashioned, but I don't mind it. That's how I want to be as long as you agree too stay old fashioned with me. No estas pasada de moda, aunque como dice Ella, no me importa estar pasado de moda, si quieres quedarte pasada de moda conmigo!
Simple y eficaz pieza que estas horas de la mañana me devuelve la sonrisa y me recuerda que ya queda poco para levantarse. Y que para levantarse hay que estar previamente acostado. Abrazos, Javier
martes, 26 de julio de 2011
Desde el Morezón
A las ocho nos hemos levantado y con el movimiento tratas de desentumecer los brazos y las piernas. Dejamos de caminar hace ocho horas y, desde luego, no estamos completamente descansados. Desmontamos el campamento, lo que en realidad se concreta en meter todo en las mochilas, recoger las esterillas y guardar los sacos. Entre mis asignaturas pendientes está la de meter un saco en su funda. Tenemos ayuda de Pepe. Javi refunfuña; su saco no cerraba bien y pasado la noche incómodo. Tampoco demuestra ninguna pericia tratando de guardar el saco. El sol nos despeja y nuestro primer desayuno consiste en agua y chocolate con nueces.
Comenzamos la marcha y vamos bajando entre las piedras hacia un campo de piornos que parecen recién levantados. El sol se refleja en ellos, sacándoles un amarillo tan brillante que no te lo esperabas a estas alturas. Empezamos a subir la loma que teníamos enfrente y seguimos una especie de senda, sin mucha piedra ni estorbos especiales que Gus identifica como la trocha real, por donde venia el rey a su refugio. Lamentablemente la trocha nos da para poco; en tres o cuatro minutos estamos fuera de ella y vemos más arriba el refugio, o más bien lo que queda de él. Arriba, pero no tan cerca.
Dejamos las paredes del refugio a la derecha, y poco antes unas marcas de la Federación española de alta montaña. Vimos alguna vaca y pronto volverán las cabras; esta vez en grupos más numerosos. Paramos en la fuente y nos damos un festín. Hace como dos horas que empezamos a caminar y a eso de las diez y media el sol se ha adueñado del cielo y pega, aunque no hace calor. Café con leche (todo en polvo), chocolate, algo de pan de ayer, lomo e incluso un filete empanado de pollo. Por fin empezamos a sentirnos bien y miramos el día con cierto optimismo. Gus cuenta un poco del plan del día y anuncia que seguramente en todo el día no volveremos a encontrar agua. Media hora después, volvemos a caminar y nos metemos por en medio de un mar de piornos entre los que es difícil avanzar. Descubro que se me ha caído la botella de agua de dos litros que llevaba cogida a la mochila y Javi y yo nos volvemos a buscarla. Un buen rato después, descorazonados renunciamos a la búsqueda.
El camino ahora se hace más fácil mientras nos acercamos al circo de Gredos. Al parecer aquí hace muchos miles de años había un mar, que, no sé por qué razón, se llamaba de Tetis. De ese mar debió salir un volcán que formó Gredos y desde luego su parte central. Gustavo se refiere a las dificultades del camino -tiene las botas rajadas- y a un libro que promete enviarme que se titula “Senderismo para masoquistas”. Aquí, nos hacemos cargo muy bien a lo que se refiere. Nos anuncia un espectáculo único y efectivamente lo es. Subimos una ladera de piedras, el camino súbitamente se ha hecho mucho más difícil, y de pronto nos encontramos en la cima del Morezón.
Efectivamente, lo hecho hasta ahora ya tiene recompensa. Durante un rato estamos mudos disfrutando de la vista, que muy abajo termina en la laguna de Gredos. Comemos algo. Algún pirado ha tirado la cruz que presidía la cima. A la vista de la falta de agua, el calor y el cansancio y que las botas de Gustavo están inservibles, cambiamos de plan y renunciamos a la subida del Almanzor, que tenemos delante. Ahora si que quema el sol.
Pasadas las doce y media iniciamos la bajada. Nos desviamos un poco para meternos en un nevero que encontramos, donde nos tiramos bolas de nieve y los chavales tratan de hacer algún tipo de trineo con las esterillas.
Algunas cabras nos miran: Seguramente piensan que estamos como ellas. Risas después seguimos bajando. La bajada vuelve a ser en zig-zag, en lo que llama Gustavo seguir una escalera (que a mi me parece que siempre es de caracol). Nos encontramos un auténtico cabrón que debe ser el jefe de todas las cabras que hemos visto. Tiene otro porte, más distinguido, y unos ojos que parecen inteligentes, casi humanos. Nos mira paciente y se va. A eso de las tres nos tumbamos sobre unas piedras, y nos tostamos al sol. Como media hora después encontramos una senda que nos lleva a la plataforma, donde está mi coche, y una especie de chiringuito con un toldo que vende coca-colas a un euro y medio. Pedimos unas cuantas. Nunca supo mejor.
Llegando a casa me encargan parar en un centro comercial a comprar unas cuantas cosas para cenar; parece que vuelvo vivo y supongo que se trata de rematarme.
miércoles, 20 de julio de 2011
Lloyd Cole, small ensemble y Pisco Sour
Ayer, en el auditorio del Conde Duque –especialmente adecuado para este tipo de concierto, moderno, cómodo y con buen sonido- se presentó en Madrid Lloyd con Mark Schwaber y Matt Cullen, los dos músicos que forman la Small Ensemble y que le acompañan en los últimos años con sus guitarras, banjos y mandolinas. A lo largo de estos años ha publicado diez discos en solitario. El último, del año pasado, Broken record fue uno de los discos del año y ha sido uno de lo más escuchados esta noche, aunque va a tocar canciones de toda su vida.
Empieza diciendo que le gusta tocar en Madrid y que le gusta este local donde no huele a cerveza fría! Se pasa el concierto bromeando entre canción y canción, mientras afina sus guitarras. Llega a decir que podría haber traído un chaval que estuviera afinando las guitarras constantemente, lo que le daría una mejor imagen de Rock star, pero que habría que llevarlo a cenar y todo eso. Pide que le suban el volumen a su compañero y que a él, le bajen el aire acondicionado que le da directamente en el cogote. Suena su primer single y una de sus mejores canciones, Perfect skin. El set tiene dos partes, más sosegado el primero, algo más animado, con la mayor parte de sus grandes temas, el segundo. Movemos la cabeza y hasta nos animamos a cantar bajito los estribillos o las estrofas más conocidas. Repasa prácticamente todos sus discos. Are you ready to be heartbroken? Que tuvo su respuesta en la estupenda canción de sus paisanos Camera Obscura. La fantástica Woman in a bar, que incluimos en nuestra recopilación de los largos jueves. El sonido muy bueno, las canciones geniales, ya las conocemos. En cualquier caso, se echa en falta una banda detrás, con bajo y batería. Una propuesta acústica, incluso brillante y cálida como ésta, siempre se queda algo desvaída, aunque llevar a toda una banda suele ser algo costoso. Siempre quedan canciones tan sobrecogedoras como Forest Five (I believe in love, I believe in anything) en las que la voz hace casi innecesario todo lo demás.
Ha crecido. Este año ha cumplido los cincuenta. Sigue tocando bien la guitarra, sin limitarse a golpearla mientras canta, como hacen la mayoría de los cantautores. Juega al golf, al parecer con un estupendo handicap, y vive en Massachusetts, con su mujer y sus dos hijos. Luego nos vamos con Felipe y Nazaret a buscar algo de tomar que no desmerezca del concierto. Los pisco sour del Wakatahi son la mejor, y más próxima opción. Gracias Lloyd.